domingo, 9 de marzo de 2008

AURELIO GONZÁLEZ OVIES

La editorial pintar-Pintar ha publicado recientemente un libro para niños con un precioso texto de Aurelio González Ovies y las ilustraciones de Esther Sanchez. Siempre he creído que los niños merecen (más que nadie, porque ellos no saben discernir todavía) literatura de calidad. Este es un buen ejemplo. Aquí quedan una de las ilustraciones y el poema, que he copiado del libro y espero que Aurelio me perdone si no he sabido hacerlo tal y cómo él ideó las estrofas.








EL POEMA QUE CAYÓ A LA MAR

Un poema estaba tan abandonado,
se sentía tan solo, tan triste y tan mal,
que marchó del libro que sobre unas rocas
olvidó algún hombre después de pescar.

Se puso de pie sobre las mayúsculas,
se arrancó dos oes, armó unos prismáticos
y miró asombrado aquel folio azul
por el que, a lo lejos, pasaban los barcos.

Y sin darse cuenta de que estaba alto,
y un cangrejo enano le intentó picar,
se agachó a rascarse la última estrofa
y cayó en picado al fondo del mar.

Desde entonces dicen que a veces los buzos
ven peces metáfora, adverbios coral,
delfines esdrújulos, pulpos monosílabos
y algas muy poéticas con rimas de sal.

Verbos caracola, tildes oxidadas,
peces parecidos a la acción de amar.
Y que de la tinta que va destiñendo
bebe el chipirón,
y bebe la jibia;
bebe el calamar.

Desde entonces cuentan que en la arena siempre
hay restos vocales, consonantes nácar,
huellas del tacón de la A y la K

y que algunas olas traen versos sueltos
que mojan los pies a la soledad.

Afirman que el fondo no es tan embustero,
desde que el poema se cayó a la mar.
Que los caballitos son más estilosos
y que el pez espada dejó de cortar.

Que alguna sirena se hizo gargantillas
cosiendo burbujas en gramatical
y que con los puntos suspensivos labran
perlas para sueños en profundidad;
y que las esponjas absorben ansiosas
zumos de adjetivos al desayunar
y que con un ritmo mucho más plateado
los bancos de anchoas salen a nadar.

Parece mentira,
pero un poema
inunda la vida de sinceridad,
cala las mentiras,
ahoga las penas.

Un poema solo, fíjate,
uno solo, puede ser plural.

Aurelio González Ovies.

10 comentarios:

Fátima Fernández Méndez dijo...

Es precioso. Tiene mucha dulzura y metáforas muy sugerentes.
Besos

Esperanza dijo...

A mi me encanta este libro, y a mis niños también, aunque no entiendan totalmente el sentido de sus metáforas.

Natalia Menéndez dijo...

A ver cuando me lo enseñas.
De todas formas yo no creo que los niños tengan que entenderlo para que les guste. yo de pequeña recuerdo saberme de memoria la canción del pirata de esprocenda, que decia cosas para mi incomprensibles, como bajel, riela, el yugo del esclavo... a mi me gustaba igual :-)

Sombras en el corazón dijo...

Si, muy bonito, si señor; y original.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Ensoñador. Aurelio es un poeta como la copa de un pino. Lo conocí en un congreso en el Palacio de Miraflores y me entusiasmó su poesía, que sigo siempre. Gracias por informarme. Lourdes (Córdoba)

Esperanza dijo...

Lourdes, me alegro de que sigas la poesía de Aurelio, desde luego es un gran poeta. Intentaré poner en mi blog todas sus novedades.
Un saludo

Anónimo dijo...

¿y este EITAFIO que le escribe a su madre en La Voz de Asturias? Para grabar en piedra, de verdad:

Caminante, si cruzaras por Viodo, detente allí un momento, al final de un camino, entre los campos verdes y los muros muy blancos de un solo cementerio. Allí descansa el nombre de Luz Ovies Quirós, grabado sobre un mármol que atesora sus restos. Párate y en sus flores, aunque sea silvestre, deposítale un beso.
Era una mujer calma, con manos como fuentes, con hondura de océano. De palabras afables, de paciencia bisiesta, resignada y con rasgos de doctrina en sus gestos. Una mujer corriente, de estatura pequeña, de apacible sonrisa, tan sencilla por fuera como humana por dentro. En ella estaban todos los puntos cardinales. La despedida triste, la ilusión del regreso. En ella yo miraba y, como un pescador atrapado en la noche, me orientaba en su cielo. Su perfil, horizonte; su voz, tierra muy firme; su fulgor, firmamento. Me dio el ser y la carne, los sentidos, la sangre y el aire que respiro. La llamaba mi rosa de los vientos.
Le gustaba soñar con el mañana, tal vez porque su hoy nunca existió, quizás porque jamás pensó en sí misma, pues de tanto entregarse, ya no sabía hacerlo. Nunca cerró sus brazos, nunca guardó rencores, nunca envidió lo ajeno. Admiraba las frutas y las dalias, el cantar de los pájaros, el olor de la higuera y en otoño, decía, que le nacían olvidos en el pecho.
Hace ya nueve años, pero en mi corazón es julio casi siempre, como si aún ahora le cerraran los ojos, como si todavía no fallara su aliento, como si desde entonces no transcurriera el tiempo de mi vida, o aconteciera desde entonces huérfano.
Si pasas, caminante, no retrases tu rumbo, no es necesario que hables. Agradecía el silencio. Seguro que tampoco allí molesta a nadie, seguro que es discreta y apreciada entre los muertos. Deséale quietud y sigue tu trayecto.
Un saludo. Carmen

Anónimo dijo...

Sin palabras... Juanjo (Pravia)

Esperanza dijo...

Carmen y Juanj: nada que añadir a vuestros comentarios, realmente sobran las palabras.
Un saludo

Anónimo dijo...

Emoción y llanto me provocaron. Me pasa algo parecido desde hace dos años. Agradecida. Charo