miércoles, 31 de octubre de 2012

El constipado del sol

Esta vez el nuevo habitante de mi casa está dirigido a los más pequeños. Viene con el otoño, como muchos de los constipados, pero no trae virus encerrados, no hay que preocuparse.

















El nacimiento ha sido posible gracias a la Editorial Pintar-Pintar y a las fabulosas ilustraciones que Elena Fernández le puso a mi texto.
Ahora sólo queda que le guste al público infantil que, en definitiva, es lo más importante.

viernes, 26 de octubre de 2012

El síndrome Kalashnikov, de Natalia Menéndez


Un poema del nuevo libro de Natalalia Menéndez.

 AL AMANECER, LA POESÍA ESTABA DE MI PARTE.

Cuando llegó la noche yo era una isla,
y ahora suyo es el tiempo
y suyas son las ganas
de arañar lo que resta del día.
Al amanecer, yo era Rimbaud
en su cuarto de sucia luz
y ruidos de arañas de Montparnasse.
Unidas, la poesía y yo, con ardor ciego.
Fundidas, hasta el punto ilógico de compartir la sed.

de Natalia Menéndez, El síndrome Kalashnikov, Ed. Trabe, Oviedo 2012. 




domingo, 7 de octubre de 2012

Música para torpes, de Luis Miguel Rabanal


Así comienza el nuevo libro de Luis Miguel Rabanal,
publicado por Baile del Sol:  Música para torpes.




















NADA DE PREÁMBULOS

En televisión el político de turno grita.
Será que el tiempo no sabe hacer contigo
más que escribir las palabras
para al rato negar
con desprecio sus virtudes curativas.
Imagínate en el camino de Ceide.
La tarde de abril con sus desnevios,
el cielo que recuerdas.
Eras joven entonces,
tenías en tus manos el bobo poder
de los muchachos, o por lo menos la sombra
que los llevaba, un día, un día, un día,
a averiguarse deplorables, únicos.
Es decir, los únicos que golpean con pesar
las miradas secretas de los otros
dándoles la espalda,
cauterizando sus heridas sin temor.
Imagínate que sufres, que aunque la noche
no pueda ser lo que ellos aseguran, un lecho
para la fatiga y las crisis de flemas, te estorbas
a ti mismo que ya es, de por sí, estúpido.
Un cuerpo que no encuentras
y así no hay quien juegue al escondite,
ni a las tabas después de merendar
ni tampoco al buen amor.
Por de pronto has llegado hasta aquí
con tu voz que no cuenta sino alguna certeza,
de esas de guardar en cajas verdes
de viejísima hojalata.
Nada mejor para esta soledad
que tu falta de cordura,
que su piel para todos los incendios.
O eso o acabar, sin ton ni son, llorando.

Luis Miguel Rabanal