V
Ella conocía otros aromas,
mundanos e imperfectos,
pero amarraba
con un lazo de piel junto a su cara
el de unas manos sólo,
mudas de voz,
políglotas de tacto,
vacías de inútiles palabras
EM
viernes, 25 de septiembre de 2009
sábado, 5 de septiembre de 2009
El elogio que no elogia, pero conmueve
Ésta es una parte del diario del proxeneta que el escritor Luis Miguel Rabanal humaniza (y poetiza, lo que puede parecer el más difícil todavía) en su libro Elogio del proxeneta, publicado por Ediciones Escalera:
"La hora más ridícula y aburrida, las cinco de la tarde. nada, ningún ruido con que celebrar el tedio, ninguna de las pequeñas porque duermen hoy en sus domicilios, sin que les sirva de precedente bobo, las profusiones de carmín y mal esperma. Nada tiene prisa, ni el Tissot se atreve a adelantar su malgastado tiempo. Todo aquí, en mi memoria, y he de sonsacarme proezas extraviadas, o no, agruparlas en hileras curvilíneas de palabras, encontrar en ellas otra edad y gritar en casa, solo, a solas con mi traje de faena y, si cabe, llorar inmensamente, como Betty sabe hacerlo. Se me ocurre pensar en Goyo, aquel amigo que nunca más volví a ver apoltronado en los pupitres de la escuela. Puedo fácilmente imaginármelo, subido a algún tejado porque, seguro, un día u otro se arrojará a la calle. Él era así, burro y tenaz y decidido, y nos proponía en broma que habría que dar un escarmiento a las mujeres de la localidad para luego poder emborracharse. Era pura dialéctica. Le llamábamos Goyo el Mantecas, por sus masturbaciones magistrales, por su habilidad en el manejo de la cacharra a doble mano. A veces le teníamos envidia: tanto no aguantábamos. Era un niño triste…"
Para saber algo más:
La crónica de León
La voz de Avilés
Ilustración que Mik Baro hace para de uno de los personajes de Luis Miguel Rabanal, se pueden ver más en su blog
"La hora más ridícula y aburrida, las cinco de la tarde. nada, ningún ruido con que celebrar el tedio, ninguna de las pequeñas porque duermen hoy en sus domicilios, sin que les sirva de precedente bobo, las profusiones de carmín y mal esperma. Nada tiene prisa, ni el Tissot se atreve a adelantar su malgastado tiempo. Todo aquí, en mi memoria, y he de sonsacarme proezas extraviadas, o no, agruparlas en hileras curvilíneas de palabras, encontrar en ellas otra edad y gritar en casa, solo, a solas con mi traje de faena y, si cabe, llorar inmensamente, como Betty sabe hacerlo. Se me ocurre pensar en Goyo, aquel amigo que nunca más volví a ver apoltronado en los pupitres de la escuela. Puedo fácilmente imaginármelo, subido a algún tejado porque, seguro, un día u otro se arrojará a la calle. Él era así, burro y tenaz y decidido, y nos proponía en broma que habría que dar un escarmiento a las mujeres de la localidad para luego poder emborracharse. Era pura dialéctica. Le llamábamos Goyo el Mantecas, por sus masturbaciones magistrales, por su habilidad en el manejo de la cacharra a doble mano. A veces le teníamos envidia: tanto no aguantábamos. Era un niño triste…"
Para saber algo más:
La crónica de León
La voz de Avilés

Ilustración que Mik Baro hace para de uno de los personajes de Luis Miguel Rabanal, se pueden ver más en su blog
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