miércoles, 28 de mayo de 2008

Encuentros

Esta semana tampoco ha aparecido mi artículo en la edición digital de La Nueva España, sólo en la impresa. Os lo dejo a continuación.




ENCUENTROS

Que la vida está llena de encuentros no es ninguna novedad, ni un descubrimiento original al que me haya llevado una larga experiencia. Que esos encuentros perduran a veces marcándonos y definiendo lo que somos es sabido por todos. Y que en otras ocasiones los encuentros son efímeros y apenas los recordamos con el paso del tiempo es también una realidad que vivimos constantemente.

Y sin embargo hoy, precisamente por un encuentro, he vuelto a otro muy lejano en el tiempo. He vuelto a los años de colegio, y he recordado a una mujer que fue muy importante para mi entonces y de la que no he vuelto a saber nada: Adela Rico. No, no era una de mis profesoras, era la madre de dos de mis amigas, mellizas, con la que yo compartía una afición que no parecía interesar demasiado a otros adultos entonces: la poesía.

No recuerdo por qué le enseñé la primera vez uno de mis poemas, pero vuelve a mi el ánimo y el entusiasmo que me transmitía, haciéndome desear ir a su casa ilusionada cada vez que escribía algo nuevo. Ella también escribía poemas. Siento enormemente no conservar ni recordar ninguno. En aquella época yo aprendía de memoria casi todos los que pasaban por mis manos. Ya apenas recuerdo unos pocos, de otros sólo me queda la impresión que sentía al recitarlos.

De la mano de Adela hice mi primera lectura poética, con trece años, en la radio, en Gijón (lamento no recordar en qué emisora fue o cuál era el motivo, pero para los niños la vida es presente y no necesitan convertirla en historia, esa necesidad nos invade con los años, con el miedo a desaparecer para siempre sin haber dejado nada tras nosotros). También de su mano acudí a mi primer recital poético, yo, una niña, junto con otros poetas como Víctor Botas, creo que en el Teatro Jovellanos. Se me aparece como un sueño lejano aquel escenario enorme y aquel patio de butacas con personas que me escuchaban ¿qué pensarían?

Quizás pensaban lo mismo que yo ahora cuando leo los cuentos que escribe Isora. Ella tiene once años y es mi otro encuentro, el que me hace volver al pasado, a la niña que quería leer y escribir por encima de todo, porque, como a Isora, escribir me gustaba incluso más que leer ( y sus ojos me dicen, cuando se confiesa con estas palabras, que leer realmente le apasiona).
Dos encuentros que me gustaría repetir. A Adela Rico quisiera reencontrarla para volver a enseñarle lo que escribo, para poner en sus manos los poemas de aquella cría que ahora son páginas de un libro y buscan su sitio en alguna estantería.
Tal vez dejar su nombre hoy aquí me ayude a conseguirlo.

A Isora, que tiene nombre de “princesa intrépida”, y es capaz de escribir historias que nos envuelven sorprendiéndonos con un guiño de niña que viaja más allá, siempre más allá… como Peter Pan lo hacía al País de Nunca Jamás, a ella, la encontraremos todos, en unos años, formando parte de los estantes de las librerías.
Pero para ese encuentro, de momento, tendremos que esperar.

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