
GÉNESIS
En el comienzo fueron tus piernas.
Tus muslos generaron un firmamento afín
y el oxígeno se le concedió entonces a los hombres.
Y así se pudo suspirar,
construir caminos por los que tú pasases
y hacer religión de tu presencia.
En el principio, fueron tus ojos.
Fue tu posibilidad de ver la que generó deseo de ser visto.
Y así surgimos,
naturales y reos de tus pupilas,
generosos en la incertidumbre de alcanzar tu verdad,
nerviosa señal de luz.
Ars longa, vita brevis.
Seas pues.
Rafael Sarabia, de Llorar lo alegre, Bartleby Editores.