domingo, 1 de agosto de 2010

El epílogo de "Armadura..."




LA ARMADURA.

Era una niña como cualquier otra, pequeña, profundamente viva e infinitamente permeable. Su madre la llevaba al colegio todos los días, agarrada de la mano, siempre medio metro más atrás. El recorrido no era largo, ni difícil, pero los niños son así, suelen encontrar cosas maravillosas con que entretenerse en cualquier camino (lástima que perdamos esa virtud con el tiempo).
Cada mañana hacía una parada en el escaparate de la confitería, breve, porque el brazo de su madre tiraba de ella con insistencia. Llegaban tarde. Así que la visión mágica de aquel castillo de mazapán siempre era parcial, siempre descubría algo nuevo que no había llegado a ver el día antes… Pero Ella estaba allí cada día, aquella blanca armadura de azúcar, diminuta, perfecta, junto a la puerta del castillo. La niña sabía que le pertenecía, se la ponía para viajar a otras vidas, mágicas siempre. Sentía su cuerpecito encogerse hasta encajar perfectamente en el traje azucarado.
Podía verse, con su mirada maravillosa, a través del cristal desde su pequeña armadura, dura al tacto, pero delicada y vulnerable. Una sola gota de agua podía hacer un surco irreparable en aquel azúcar, una única lágrima causaría más daño que el viento o el frío. Tal vez eso fue lo que ocurrió, tal vez alguien lloró, una tarde, sobre la armadura de azúcar, porque sin saber cómo o por qué la niña fue dejando de soñar y de mirar el mundo desde aquella minúscula figura fuerte y dulce que aún no conocía las limitaciones ni los miedos.
Nunca supo muy bien cuándo ni cómo ocurrió todo, pero ahora recuerda que se sorprendió un día viendo, en vez de su castillo y su inmaculada armadura, cazuelas de barro, con brillante fabada, también de azúcar y mazapán caramelizados.



Éste es el epílogo de Armadura de azúcar. Relacionada con este epílogo ha salido hoy en el diario "La Nueva España" una entrevista un tanto loca y veraniega, con errata incluída, como tiene que ser. Las fotos del periódico se tomaron en la confiteria Vidal, encantadores y cuya repostería recomiendo. El castillo de azúcar que aparece en esta esntrada estaba en Belén (Lisboa),me pareció ver que en su torre se escondía la pequeña armadura.